Muchas veces he escuchado que realizar las mismas acciones tienen idéntico resultado. Seguro que tú también lo has oído.
Durante este curso he hablado en varias ocasiones con la mamá de un compañero de mi hija, que tiene además otra hija en edad adolescente. Siempre se está quejando de lo mal que se llevan, ya no sabe que hacer con ella, en el instituto va mal, en casa no hace nada y continuamente están enfadadas.
Se siente impotente, nada de lo que le dice tiene ningún efecto en su hija, por más castigos y broncas no se ve ningún cambio.
Antes de acabar el colegio le dije que ya que esa actitud no funcionaba con su hija porque no intentaba hacer otra cosa y en lugar de recriminarle todo el tiempo lo que hace mal, no se centraba en ver lo que hacia bien y la felicitaba por ello, para que poco a poco su hija se sintiera valorada y ella empezara a ver las cosas buenas en lugar de las malas.
Me dijo que todo lo hacia mal. Entonces le dije que pensara en algo, por simple que le pareciera, que hiciera bien, como recoger su vaso de desayuno. Seguro que a lo largo del día hace bien alguna cosa, sólo tienes que tratar de verla y darle más importancia que a lo que hace mal, para fomentar lo bueno y no dar peso a lo malo.
Ya sé que es fácil dar consejos y que yo no estoy en su misma situación, pero puesto que lo que estaba haciendo no funcionaba no creo que pierda nada en intentar hacer algo diferente. No sé si lo habrá hecho, pues no la he vuelto a ver.
Te dejo este cuento que refleja muy bien lo que intento decir sobre cambiar de estrategia cuando lo que estás haciendo no funciona.
Por favor, ayúdeme, soy ciego
Había un hombre sentado en la esquina de una calle, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera escrito con tiza blanca que decía:
“Por favor, ayúdame, soy ciego”.
Un creativo de publicidad que iba de camino al trabajo se detuvo frente a él, leyó el letrero y se quedó pensativo. El ejecutivo observó que sólo había unas cuantas monedas en la gorra.
Sin pedirle permiso, cogió el cartel, le dio la vuelta, tomó una tiza y escribió otra frase en la parte de detrás. A continuación volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego, y se marchó sin decir una palabra.
Por la tarde, el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna. Su gorra estaba llena de billetes y monedas.
El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él quien había cogido su cartel y había garabateado en él.
“¿Qué es lo que usted ha escrito o pintado en mi tabla?”, le preguntó con curiosidad el invidente.
El publicista le contestó:
“Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, aunque está expresado con otras palabras”.
El publicista sonrió y continuó su camino.
El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel rezaba:
“Hoy es primavera, y no puedo verla”.
En fin, si lo que estás haciendo no funciona, no sigas haciéndolo porque el resultado seguirá siendo el mismo. Piensa otro modo y modifica tu estrategia.
¡Sonríe a la vida y la vida te sonreirá!
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