Cuando hace un mes mi jefe me llamó a su despacho para decirme que el ERE se había hecho efectivo, me dio la nómina y me dijo que me tendría que reincorporar al trabajo seis meses después, el 24 de noviembre, mi reacción fue muy buena, incluso me sorprendió un poco.
Llevaba 11 años trabajando allí, casi desde que terminé la universidad. Habría sido comprensible que me quedara muy chafada, que pensara que no era justo, con todo lo que había trabajado y mis esfuerzos. Podría haberme sentido como una victima.
Pero no fue así, me lo tomé bien, desterré de mi cabeza pensamientos de rabia, tristeza, amargura, ni siquiera los dejé entrar, convertí el problema de no tener trabajo en una oportunidad de estar con mis hijos, de ejercer de mamá caldosa, lo cual nunca he podido hacer y de cuidar mi negocio.
Ese día no me imaginaba que me fuera a ser tan sencillo desconectar de mi empresa. Cuando he estado de vacaciones nunca he llegado a desconectar, mi cabeza seguía con asuntos de la oficina. Pero ahora, es alucinante no pienso en el trabajo, si que es verdad que me acuerdo de mis compañeros pero no con añoranza, sé que los volveré a ver.
La semana pasada me sorprendí a mi misma sonriendo, volvía a casa después de dejar a mis hijos en el colegio, iba andando por la calle, feliz, agradeciendo el día tan estupendo, la gran oportunidad que estoy viviendo actualmente de pasar más tiempo con mis hijos. Pensé, quien me vea sonreír sola pensará que estoy chiflada, pero no lo podía evitar, la felicidad rebosaba.
Ante cualquier problema tú eres el único responsable de como lo encajas, tú decides si dejas que te venza o si transformas la situación para sacarle el máximo partido.
Me gustan los cuentos con moraleja, aquí tienes uno. Desconozco quien es el autor.
¿Zanahoria, huevo o café?
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y lo difíciles que le resultaban las cosas. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo:
– “Querida, ¿qué ves?”
-“Zanahorias, huevos y café” fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó:
“¿Qué significa ésto, padre?”
El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
“- ¿Cuál eres tú?”, le preguntó a su hija.
“Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.
Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.
¿Qué te ha parecido? Yo quiero ser siempre café.
¡Sonríe a la vida y la vida te sonreirá!
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Gracias por leer en Gana Dinero y Tiempo mi artículo “Cómo reaccionas ante los problemas. Qué eres zanahoria, huevo o café.”