Cuando uno se dispone a contratar un servicio o a comprar algún bien debe activar la función ahorro de su procesador mental. Puede ser que para atajar opte por el camino más rápido que consiste en contratar o comprar guiándonos por el primer impulso. Sin embargo, a la larga, no realizar comparaciones minuciosas puede representar un gasto extra, es decir, estás dejando de ahorrar.
En todas las operaciones que llevamos a cabo en el día a día realizamos comparaciones, sin embargo, no todas ellas son ejecutadas con el mismo detenimiento y conciencia. Unas veces por falta de información, otras por falta de tiempo, otras por falta de ganas. No obstante estamos con ello renunciando a un ahorro nada desdeñable.
Si en todas las acciones de índole económica aplicásemos una lógica comparativa el ahorro anual sería muy interesante para nuestros bolsillos.
La comparación no sólo debe centrarse en criterios económicos, también debemos comparar las características del producto o servicio para elegir bien. Porque de lo contrario puede ocasionarnos un desembolso aún mayor en el futuro.
Para ilustrar lo dicho voy a poner el siguiente ejemplo:
Imagínate que contratas un seguro del automóvil y lo haces en la modalidad de Terceros porque te estás ahorrando una cantidad importante. Sin embargo tu coche tiene más de diez años con lo que la posibilidad de tener un percance son mayores que si el coche es nuevo.
En caso de accidente la modalidad que has elegido cubre los daños al vehículo del contrario pero no los daños a tu vehículo. Esto significa que deberás hacerte cargo del arreglo de tu coche, y esto puede ser un desembolso muy elevado. En este caso la lógica de ahorro está supeditada al azar, si no tienes un accidente habrás ahorrado, pero, ¿y si lo tienes? Pues no sólo no habrás ahorrado sino que encima habrás tenido que asumir un gasto mayor que si te hubieras decantado por un seguro a todo riesgo.
Por eso al plantearse la compra de un producto o la contratación de un servicio deberemos hacer un ejercicio de comparación en el que tengamos en cuenta todas estas variables. El ahorro debe ser un objetivo global, no un ejercicio aislado.
Otro ejemplo. Imagínate que te compras unas zapatillas de deporte por 20 euros, mucho más baratas que otras que aunque con un precio mayor, son también de una mayor calidad, es decir, están hechas de un material más resistente. Estas segundas zapatillas te costarían 50 euros. Sin embargo, necesitas las zapatillas pues practicas mucho deporte, o sea, le das mucho uso. Ese uso diario supone un desgaste que las primeras zapatillas no pueden soportar durante mucho tiempo, y a los 6 meses debes comprarte otras zapatillas. Por otro lado las segundas pueden durar 2 años. Vamos a hacer el cálculo de lo gastado en ambos casos:
Compra Zapatillas A (20 euros)= 20 x 4 (zapatillas en 2 años) = 80 euros – 2 años
Compra Zapatillas B (50 euros) = 50 euros – 2 años
Por tanto el ahorro no debe verse como una acción puntual y aislada, sino como algo mucho más amplio. El ahorro en una operación concreta no significa que estés ahorrando a la larga.
Por eso las comparativas son más que necesarias cuando realices operaciones económicas. Para establecer cualquier tipo de comparación es necesario contar con 2 elementos:
- Información suficiente: Para que la comparación sea completa y no sesgada, y para que al final hayamos conseguido un resultado realmente óptimo, debemos tener en nuestras manos toda la información necesaria que nos sirva para discernir cuál es la mejor opción entre las comparadas.Esta claro que esta recopilación de información deberá ser más exhaustiva cuanto más comprometida sea la compra o contratación. Es decir, seremos más cuidadosos a la hora, por ejemplo, de comprar un automóvil, o una casa, que cuando vamos a comprar una batidora o un microondas. No obstante en todos los casos hay que comparar.
- Tiempo: Es fundamental disponer del tiempo adecuado, tanto para recabar la información adecuada, como para sentarse tranquilamente a valorar las diferentes opciones que hemos encontrado. La labor de comparación requiere de un tiempo que en muchos casos es difícil de encontrar.Por desgracia, en muchas ocasiones, no disponemos del tiempo suficiente para recabar la información adecuada que haga que esa comparación sea completa. A ese tiempo hay que añadirle el destinado a la comparación propiamente dicha, ya que muchas veces no es fácil decidirse por una de las opciones.
Además puede ocurrir que tengamos dificultad para acceder a toda la información necesaria que nos conduzca a realizar una comparación de calidad.
Ante este panorama, la tentación de no comparar, y por tanto, de no ahorrar, es grande. El tiempo y el esfuerzo de la operación a veces no es asumible por el interesado, o por falta del primero o por la complejidad que puede tener la operación.
En estos casos es muy interesante recurrir a los Comparadores online. Centralizan la información y realizan por ti las comparaciones en función de los criterios que les marques. Pero también hay que comparar entre comparadores, porque no todos realizan estas comparaciones ajustándose al beneficio del usuario, sino que muchas priorizan su propio beneficio.
Estos comparadores a parte de darte la posibilidad de ahorrar dinero, te proporcionan también otro tipo de ahorro, el ahorro en tiempo. Hay comparadores de multitud de sectores (seguros, productos bancarios, tarifas luz, tarifas de móvil, supermercados, etc.)
Pero como hemos dicho hay que saber elegir comparador también. El comparador debe proporcionarte información completa y no sesgada y debe tener como única prioridad el beneficio del cliente. Un cliente satisfecho es un cliente que repite, esta debe ser la filosofía de cualquier Comparador que se precie.
Redacción – Bancomparador.com