Se han terminado las fallas. El sábado por la noche antes de la cremá de las fallas grandes estuvimos con mis hijos y mis sobrinos tirando los últimos petardos que nos quedaban.
Tenían ansia de encender los petardos. No se esperaban a ver como se iluminaba o explotaba el petardo que habían tirado, se acercaban a Juan (mi maridete) le pedían uno, lo encendían, lo tiraban y corriendo cogían otro para repetir la operación.
Yo les decía que miraran como giraba el petardo en forma de peonza o que vieran la fuente de luces del petardo luminoso, pero era inútil. Querían lanzarlos sin más. Para ellos la diversión era tirar cuantos más mejor.
No valoraban que cada petardo costaba dinero, y que la bolsa poco a poco se iba vaciando y pronto se terminaría.
Haciendo cuentas de los petardos que hemos comprado estos días son casi 40 €, mucho dinero. Si lo hubiéramos comprado de una sola vez seguro que lo habríamos pensado dos veces, pero como se han ido repartiendo en varios días pues no te enteras hasta que haces números y te das el susto.
Son 40 € que se explotan en un abrir y cerrar de ojos, y la satisfacción dura tan poco.
La verdad a mi no me compensa. Tengo que reconocer que no me gustan demasiado, bueno, me gusta verlos y oírlos, pero me dan mucho respeto y no me hace ninguna gracia que mis hijos los tiren, porque es fácil que se hagan daño, se quemen o les explote en la mano.
Supongo que por eso me resulta todavía más doloroso ver como se queman esos 40 € y si encima ves que los lanzan sin pararse a ver como explotan, pues todavía me molesta más.
Le he estado dando vueltas, y esto podría haber sido una enseñanza para ellos, podría haber servido para su educación financiera, aprendiendo a administrarse.
En lugar de comprar los petardos cada vez que se terminan, con lo cual ellos se limitan a pedir que se compren más, y no aprenden nada sobre administrar sus recursos, lo que debemos hacer para otro año es determinar de entrada lo que vamos a gastar en petardos, comprarlo y que ellos se administren cuantos tiran cada día. Si se les acaba antes de terminar las fiestas pues se quedan sin tirar más.
Creo que con este sencillo ejemplo podrían aprender a racionar mejor sus petardos o cualquier cosa en el futuro y seguramente en lugar de lanzarlos sin control se pararían a mirar como explotan.
Trataré de ponerlo en practica el próximo año.
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