Mi diente de leche

El viernes pasado en el almuerzo, les conté a mis compañeros de trabajo, que la razón por la cual soy positiva y sigo creyendo en la magia es porque todavía conservo un diente de leche.

Hace algún tiempo vi una película en la que un niño era capaz de ver al Hada de los dientes (aunque yo siempre lo he conocido como el Ratoncito Pérez) mientras tenía dientes de leche, en el momento que se le cae el último, deja de ver y creer en la magia.

Desde ese día me gusta pensar que mi diente de leche, es mi vínculo con la magia, la inocencia de la niñez y parte del motivo por el que veo el vaso medio lleno.

Como persona adulta sé que no debería decir o pensar así, pero como resulta que tengo mi diente de leche, pues me lo puedo permitir. ¡Es bromaaaaaaaaa!, ¿o no?, pues no estoy muy segura.

No creas que soy una inmadura, para nada, tengo los pies en el suelo cuando hace falta, pero eso no me impide soñar y disfrutar de algunos momentos igual que cuando era una niña.

Por ejemplo, mantengo mi colección de 14 Barbies. En septiembre decidí que se la iba a dejar a mi hija de cinco años, después de ver que era cuidadosa con sus muñecas.

Por un lado, quería sacarlas de la caja donde llevaban guardadas varios años para verlas de nuevo, también me gustaba la idea de que mi hija valorara como yo mi pequeño tesoro, y sobre todo tenía ganas de que jugáramos juntas y poder compartir mis juguetes más preciados.

También me lo he pasado bomba en reyes jugando al twister. Los cuatro mayores jugando como chiquillos, fue muy divertido.

Aun contando con la gran suerte de mi diente de leche, muchas veces vence mi buen juicio y me veo obligada a renunciar a cosas que me gustaría hacer. Es el lastre de madurar, que todos sufrimos.

Me encantaría disfrazarme en halloween, en carnavales o hacer fiestas de disfraces, aunque me temo que no es un deseo compartido ni con mi marido ni con nuestros amigos, así que lo descarto.

También me gustaría saltar en las camas elásticas. De pequeña me encantaba y ahora hay unas que tienen unas gomas que se enganchan al arnés que tienes puesto y te permiten saltar muy alto. Debe ser alucinante. Me da mucha envidia ver a los niños saltar, me encantaría subirme y dar unas cuantas volteretas.

Es un fastidio no tener la libertad de hacer estas cosas, sólo por que esté mal visto que una mujer de 37 años se ponga a jugar como una chiquilla.

En fin, hoy me ha dado un poco por la nostalgia de la infancia, espero no haberte aburrido con mis pensamientos.

Lo que si que tengo claro es que dentro de mi sigue viva una Inma pequeña que disfruta a tope jugando con las muñecas, disfrazando a su hija, e ilusionándose con la fantasía.

Soy consciente que cada etapa de la vida tiene sus pros y sus contras y desde luego no cambio mi etapa actual por ninguna de las vividas antes.

Quiero poder disfrutar de mis etapas futuras igual que disfruté de las pasadas, cada una haciendo lo propio del momento, pero espero hacerlo con la misma ilusión y fantasía que me acompaña desde niña.

¡Sonríe a la vida y la vida te sonreirá!


¿Te ha gustado? Ayúdame compartiéndolo con tus amigos. Haz clic en el botón de me gusta de Facebook o al de Retweet de Twitter. Gracias por leerme.

3 comentarios

  1. Hola Inma,

    Desde que leí este artículo la primera vez me conmoví mucho, pero también me puse a pensar, ¿Y porqué no? Amiga, sólo tenemos la oportunidad de vivir, no nos debe importar el qué dirán.

    Te aseguro que tal vez dos tres personas hablarán, pero creo que muchos se animarán a hacerlo, la edad es mental y si no lo haces ahora que físicamente puedes, te quedarás con las ganas toda la vida.

    Yo vivo experimentando, superando mis miedos de pequeño, que tengo que reconocer que son muchos, así que hoy ya no quiero que me cuenten qué se siente hacer muchas cosas, hoy las vivo y listo.

    No sabes qué bien me he sentido viviendo nuevas experiencias a cada momento.

    Saludos

    Omar Carreño

    • Gracias Omar,

      Yo sé que siempre seré una chiquilla y aunque algunas cosas no las pueda hacer porque físicamente ya no me sea posible, disfrutaré de las que pueda hacer con la ilusión y alegría que me acompañan siempre (gracias a mi diente de leche, ja, ja, ja).

      Por suerte o desgracia nuestro tiempo es limitado así que la mejor forma de vivirlo es disfrutando a tope de las pequeñas experiencias que tenemos.

      Un abrazo,

      Inma.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.